Trabajar para el estado sólo acentúa más las ojeras y obliga a intensificar las jornadas de lectura. En fin por aquí nos estamos viendo. Mientras, respondo las preguntas que, con el tino de un esquimal zurdo, mi buen BEF me ha lanzado. Aunque creo que resultaría más fácil preguntarle a quienes conviven diario con nosotros cuáles son nuestros cinco hábitos raros: tan asumidas tiene uno sus manías que en ocasiones nos parecen la cosa más natural del mundo.
Va.
i al salir de casa regreso un par de veces (por lo menos) para comprobar si está bien cerrada la puerta
ii sufro una extraña variante del síndrome de diógenes: tengo la idea de que todo lo que vea, toque u oiga me va a servir en el futuro (aunque de momento no esté del todo claro para qué)
iii hábito no controlado: suelo hablar dormido con aberrante frecuencia. si alguien llega a interrogarme en ese estado puedo confesar hasta quién mató a Colosio
iv desde hace más de diez años reviso diariamente la nota roja de los diarios (por lo menos aquellos que contienen más ketchup)
v soy un comprador compulsivo, un poseído del boucher. puedo ir sólo por un rastrillo y regresar con el carrito lleno hasta de croquetas para perro (por si algún día compro uno)